Él y solo Él | D. Martyn Lloyd Jones
Traducción:
Daniel Leví Meléndrez Becerra.
Yo tengo una pasión – Es Él y sólo Él.
"Porque
para mí el vivir es Cristo" (Filipenses 1:21).
Estamos cara a cara frente a una de las declaraciones más grandiosas y sublimes que jamás se hayan hecho, incluso por este poderoso Apóstol de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. Existe un sentido en el cual, cualquiera que mira éste verso, debe sentirse parado sobre una tierra sagrada. En efecto, estoy dispuesto a admitir que sería un sacrilegio acercarse a éste verso de una manera indigna. Aquí tenemos no solamente una declaración de una experiencia que fue cierta, un hecho y una realidad, sino que al mismo tiempo, y por ésa razón, nos encontramos a nosotros mismos cara a cara con un modelo de juicio. Cualquier experiencia dada por Dios es sagrada, y nada está más alejado del Espíritu del Nuevo Testamento que un acercamiento a una declaración como ésta en una manera puramente objetiva, manejándolo con nuestras ásperas manos, llevando nuestro aparato crítico a soportarlo. Existe algo tan sublime acerca de esto, tan delicado y puro, que es como uno de ésos versos en los que somos confrontados con una clase de dilema. Por una parte, uno tiene miedo de manejarlo de una manera separada, llamada aún “manera científica”, por otro lado, por supuesto, existe el peligro de que, si no lo analizamos punto a punto, fallemos en darnos cuenta de su significado interno y su propósito verdadero. Uno es obligado a hacer ambos para analizarlo e intentar entenderlo, mientras siempre recordemos que es una experiencia de vida y una declaración de un hecho que nos coloca bajo un juicio.
Estamos cara a cara frente a una de las declaraciones más grandiosas y sublimes que jamás se hayan hecho, incluso por este poderoso Apóstol de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. Existe un sentido en el cual, cualquiera que mira éste verso, debe sentirse parado sobre una tierra sagrada. En efecto, estoy dispuesto a admitir que sería un sacrilegio acercarse a éste verso de una manera indigna. Aquí tenemos no solamente una declaración de una experiencia que fue cierta, un hecho y una realidad, sino que al mismo tiempo, y por ésa razón, nos encontramos a nosotros mismos cara a cara con un modelo de juicio. Cualquier experiencia dada por Dios es sagrada, y nada está más alejado del Espíritu del Nuevo Testamento que un acercamiento a una declaración como ésta en una manera puramente objetiva, manejándolo con nuestras ásperas manos, llevando nuestro aparato crítico a soportarlo. Existe algo tan sublime acerca de esto, tan delicado y puro, que es como uno de ésos versos en los que somos confrontados con una clase de dilema. Por una parte, uno tiene miedo de manejarlo de una manera separada, llamada aún “manera científica”, por otro lado, por supuesto, existe el peligro de que, si no lo analizamos punto a punto, fallemos en darnos cuenta de su significado interno y su propósito verdadero. Uno es obligado a hacer ambos para analizarlo e intentar entenderlo, mientras siempre recordemos que es una experiencia de vida y una declaración de un hecho que nos coloca bajo un juicio.
Ahora
Pablo, como hemos visto, está confortando a los Filipenses, quienes estaban
preocupados por él. Les dijo cómo su encarcelamiento se había tornado “más bien
para el progreso del evangelio”, y añadió, ustedes recuerdan que era su anhelo
ardiente y esperanza, “que en nada seré avergonzado, sino que con toda
confianza, como siempre, ahora también Cristo será magnificado en mi cuerpo, ya
sea por vida, o por muerte”. Ése es el fondo de la declaración. Pablo quiere
decir que en la medida de lo que a él concierne, carece de importancia que él
sea puesto para muerte, o para seguir viviendo. Las dos posibilidades existen,
y él no sabe por cuál de ellas elegir, porque, él dice, cualquiera es buena. Él
no se está preocupado, y ellos necesitan no estarlo, para que, “para mí el
vivir sea Cristo y el morir ganancia”. Y luego el procede a trabajarlo un poco
más allá, al decir que si tuviera que expresar su preferencia personal, él
partiría, sin embargo por amor de ellos sería mejor quedarse. En este punto, no
obstante, nos estamos refiriendo a ésta declaración en particular que el
Apóstol hizo respecto a la vida y su significado.
En
ésas palabras, sin duda alguna somos llevados cara a cara con las preguntas más
importantes con las que nos podemos enfrentar – ¿Qué es la vida?, ¿Qué es
vivir?, ¿Qué significado tiene para nosotros?, ¿De qué se trata?, ¿No es una de
las mayores tragedias, de hecho, que en medio de todas nuestras preocupaciones
en la vida, en medio de toda nuestra actividad intelectual, todas nuestras
discusiones, la única cosa a la que los hombres y mujeres nunca le presten la
atención debida, es la primera y más obvia de todas, llamada vida y vivir?. No
es sólo una de las preguntas más importantes, pero quiero añadir un punto (y
esto, de hecho, es especialmente el tema central de éste estudio) en el que
estemos enfrentándonos cara a cara con la prueba más completa que podamos
encontrar en nuestra profesión de fe Cristiana. Por supuesto, ésta es una
palabra más o menos sin sentido para alguien que no sea un Cristiano. Está
hablando especialmente a aquéllos que proclaman ser Cristianos, y es por ello
que estoy muy ansioso por no tratar éste tema de una manera objetiva.
Lo
atractivo en éste punto, por supuesto, es observarlo en la experiencia de
Pablo, pero, mis queridos amigos, estamos hablando acerca de nosotros mismos,
no solamente de Pablo. Es una verdad prioritaria de Pablo, pero ésa verdad
debiera pertenecer a todo Cristiano. El último hombre para reconocer cualquier
diferencia esencial entre sí mismo y cualquier otro Cristiano fue el Apóstol
Pablo. Él nunca proclamó que existiera una clase de Cristiandad para sí mismo y
otra clase para cualquier otro. Para mí, uno de los peligros más sutiles a los
que nos enfrentamos, es que por alguna razón extraordinaria, aunque hemos sido
Protestantes y hemos regocijado del Protestantismo por 400 años, parece que aún
nos apropiamos de algunas falsas distinciones Católicas Romanas entre
Cristianos y No – Cristianos. Hemos visto cómo ellos dibujan una diferencia
esencial entre santos y cristianos ordinarios. Los santos, dicen ellos, son
personas especiales, o “Cristianos espirituales”, muy opuestos a los
“Cristianos mundanos”, y ése es el por qué los Cristianos mundanos deben elevar
plegarias a los santos. Sin embargo, es una distinción que nunca se reconoce en
el Nuevo Testamento; de hecho, es una distinción que se denuncia.
Por
supuesto, reconocemos que existen diferencias en cuanto a dones y oficios;
puedes verlo en 1 Corintios 12 y Efesios 4 y en otros lugares en la Escritura.
Pero si bien existen diferencias en los ministerios, ésas son dádivas para los
Cristianos por parte del Espíritu Santo, como Hijos de Dios, a través de
Jesucristo, somos todos iguales y nuestras vidas deben demostrarlo. Ése es el
por qué el Apóstol Pablo habla tan constantemente acerca de “nosotros”. Lo que
es verdad para él, es verdad para otros, y en ésta declaración somos
confrontados con el más minucioso examen que jamás podamos aplicarnos a
nosotros mismos. ¿Podemos decir honestamente juntamente con éste hombre que para
nosotros que el vivir significa Cristo? ¿Nos pertenece ésa verdad? No tengo
duda alguna de que la cosa más grande en la Iglesia y por consiguiente en el
mundo actual es que el pueblo Cristiano debería ser capaz de decirlo. Cuando
ellos hablen así podrán verdaderamente contarlo al mundo; cuando sean
consumidos por ésta pasión por su Señor sus vidas serán radiantes y el mundo
entero conocerá que algo ha pasado con ellos.
Así
que echemos un vistazo a éstas palabras, primero en los términos de la experiencia
de Pablo, para después aplicarlas a nuestras vidas. Aquí Pablo se encuentra en
prisión y se plantea éste problema. “Yo podría vivir otros 20 años” dice él en
efecto, “o podría ser puesto para muerte mañana”. Sin embargo, ustedes saben
“él continúa”, “Me encuentro en un estado y condición que realmente no tiene
importancia para mí, porque si continúo viviendo otros 20 años será para
Cristo, y si de una vez soy puesto para morir, continúa siendo para Cristo;
cualquiera de las dos es igual. Cristo significa vivir, vivir significa
Cristo”. Repito, la pregunta vital para todos nosotros es si podremos decir lo
mismo. Pablo aquí hace una vital y fundamental distinción entre aquéllos que
son Cristianos y aquéllos que no lo son, y lo que caracteriza al Cristiano es
que para él, el vivir significa Cristo.
Entonces,
¿qué es la vida?, ¿qué es vivir? Tal vez la mejor manera de abordar esto sea
considerando algunas de las respuestas que hemos estado dando a éstas
preguntas. Hoy en día existen, claro está, un gran número de personas quienes
nunca piensan en el significado de la vida. Vida para ellos significa
simplemente existencia, una clase de condición animal, o un estado como el de
una planta o el de una flor. Existen muchas personas que no tienen ninguna filosofía.
Ellos se encuentran en éste asombroso asunto llamado vida; tienen el
sorprendente regalo de “ser”, y aun así pasan sin percibirlo. Nunca se detienen
a preguntar qué significa, ellos sólo pasa día tras día comiendo y bebiendo,
sin tales pensamientos en absoluto.
Luego
está lo que bien podríamos llamar la visión Epicúrea de la vida, que bien puede
ser resumida por la frase: “Déjanos comer, beber y ser felices”. La actitud
epicúrea de la vida fue muy familiar en el tiempo de Pablo, como lo es, de
hecho, en la actualidad. Se centra más bien en el vivir que en la vida;
significa placer: comer, beber, bailar, o lo que sea. Ahora existe una
filosofía muy definida que cubre ésa clase de vida y hay personas que realmente
creen en ella. No quiero que se quede con ésas consideraciones preliminares,
pero es impresionante darse cuenta de la cantidad de gente que, si contestaran
honestamente, que para ellos eso es la vida – ésa ronda de un placer después de
otro, Es trágico, pero cierto. Cuán frecuentemente escuchamos de personas que
abandonan las provincias para ir a vivir a las grandes ciudades, porque ellos
quieren ver la “vida”. Ellos se compadecen de las personas que se han quedado
atrás, porque para ellos la vida significa una oportunidad de placer.
Pero
existe otra visión de la vida que podríamos describir como Estoica. Es mucho
más inteligente que la Epicúrea y se expresa a sí misma de esta manera: la vida
es algo que tiene que ser soportado. El Estoico no mantiene una sonrisa
perpetua en su cara y dice: “¡No es todo maravilloso!” Él es suficientemente
inteligente para ver que eso está muy alejado de la realidad. Se ha dado cuenta
de que este mundo puede ser llenado de lágrimas; ve la dureza y la miseria, el
sufrimiento y el tormento, y decide que el vivir significa colocarse todo eso
encima, ir a través de ello, tomarlo en su mano y seguir adelante, sin importar
lo que pueda venir. Su actitud hacia la vida y el vivir significa resistir
fuertemente, determinarse a permanecer en pie. Y, por desgracia, existen
muchos, quienes, si fueran cuestionados acerca del significado del vivir,
tendrían que decir que es una batalla contra las circunstancias y
oportunidades; una lucha permanente contra los “golpes y flechas de la
monstruosa suerte”; una lucha eterna.
Y
pues, hoy, y siempre en momentos como este, cuando la vida es particularmente
difícil, existe la visión cínica de la vida. Quizás una de las mejores
expresiones de esto, es el discurso que Shakespeare pone en boca de Macbeth:
¡Hacia
fuera, hacia fuera breve vela!
La
vida es una sombra que camina; un pobre actor,
Que
alardea y se apura sobre el escenario,
Y
luego no se escucha más; es un cuento
Contado
por un idiota, lleno de ruido y furia,
Que
no significa nada.
Eso
es lo que quiero decir con la visión cínica de la vida, y ¡cómo existen tantos
que toman ésa visión el día de hoy!. Quizás sea una tentación peculiar en un
momento como éste, cuando demasiados idealismos han sido falsificados, y
demasiadas esperanzas brillantes se han venido hasta el suelo. El típico
comentario de los hombres de hoy en día es: ¿Cuál es el aprovechamiento de
cualquier cosa? Ninguno.
Luego,
para avanzar en esta escala, existe la visión que pudiera ser descrita como una
visión mística de la vida. Es importante que entendamos esto, porque
frecuentemente la visión Cristiana ha sido equivocada por describirla como la
mística. Existe, por supuesto, una cosa tal como el misticismo Cristiano, y es
importante que esto debiera ser calificado por la palabra “Cristiano”, para que
quede claro. La típica visión mística es que la vida y todos sus males son
debidos en última instancia a la carne, y la salvación se encuentra en el
exterior de ella. En consecuencia, el místico pasa su tiempo intentando hacer
morir la carne; intenta vivir de una manera pasiva, no permitiendo que el mundo
lo influya o afecte. Ese es su punto de vista, un tipo de muerte al mundo y una
adaptación de una actitud puramente pasiva.
Pero
permítanme ahora describir como la visión de la vida del hombre promedio es tan
profundamente confrontada con la palabra del Apóstol. Si preguntáramos a los
Cristianos, a miembros de iglesias Cristianas: “¿Qué es el vivir para ti?,
¿Verdaderamente que constituye realmente la vida para ti?, ¿Qué es lo más
precioso que posees?”, ¿No es cierto que muchos de nosotros tendríamos que
confesar y admitir que significa nuestras familias, nuestros hogares, sólo
trabajo, esas ocupaciones, nuestras actividades en vida?, ¿El vivir muy
frecuentemente significa para muchos de nosotros el compañerismo y el amor de
nuestro seres queridos, la vida en el lugar y todo ese círculo? ¡Qué cosas tan
preciosas son!, Pero muchas de ellas vienen a ser nada en la vida, y cuando
ella son quitadas de nosotros, nuestra vida y nuestro mundo se colapsa, y no
tenemos nada. Yo siempre recalco que una de las tareas más difíciles que
podamos tener, es escribir una carta de solidaridad cuando un ser querido
nuestro ha sido tomado y sabemos que no era un Cristiano. Eran buenas personas
quizás, gente agradable, viviendo en una moral perfecta y siendo muy felices,
pero cuando son tomados, sabes que el fundamento de su vida se ha ido.
Pero
permítanme continuar. Existe la visión humanista. Para el humanista, el vivir
significa una oportunidad de hacer algo bueno, de mejorar al mundo y elevar el
estado de la sociedad. Actualmente existen muchas personas que han adoptado
esta visión idealista de la vida, y si tú les preguntas que significa el vivir,
ellos dirán: “Es una oportunidad de cambio y mejoramiento de la vida del
hombre, así como de progreso”.
Continuamos
con lo que podríamos llamar la visión religiosa de la vida, y la coloco de esta
manera para diferenciarla de la visión Cristiana. Existen algunas personas, que
al preguntarles: “¿Qué es la vida?” Se ven obligados a decir que significa ser
religiosos y cumplir con mandamientos puntuales. Examinémosnos a nosotros
mismos, mis queridos amigos. Uno de los peligros más grandes a los que se
enfrentan los predicadores, es al peligro de vivir en sus propias actividades:
hablando, predicando, estando ocupados en el trabajo de la Iglesia, siendo muy
activos en lo que respecta a su religión. Existe el peligro de vivir en todo
esto, hasta que de repente, cuando la actividad se haya ido, uno se quede con
las manos vacías. ¿Nos visto eso? Para mí, esa es una de las tragedias más
grandes de la vida. A veces, que tengo que hablar con hombres y mujeres quienes
han llevado una vida muy activa en el círculo de la Iglesia, y cuando son
tomados por algún mal, les pareciera no tener nada. Ellos han estado viviendo
en sus propias actividades e intereses, y existe el peligro de sustituir todas
esas cosas por lo que Pablo comenta.
Debo
ir más allá y colocarlo de esta manera: vivir, no debería significar más que
sólo Dios. ¿Es eso irreverente o extremo? ¿Es ir demasiado lejos? Yo sugiero
que no lo es. Un judío como un musulmán puede decir con toda honestidad que la
vida para él significa Dios, y existen muchos en el mundo que podrían decir que
Dios es el centro de sus vidas. Así que esta declaración de Pablo es el
lenguaje específico de un Cristiano, esa es la marca distintiva del Cristiano.”
Para mí, el vivir es” – ¿Qué? – “Cristo”. No sólo Dios, no sólo Dios el Padre,
sino Cristo el Hijo; no mis intereses religiosos, no mis actividades
religiosas, no cualquiera de las cosas que he mencionado: para mí, dice Pablo,
el vivir es Cristo.
Entonces,
¿A qué se refiere que el con la “vida”? En un sentido, ya lo he estado
definiendo – es amor. Para él es la cosa más suprema en la vida, por lo que él
vive, sin la cual la vida no tendría sentido. Para él, es lo que controla su
vida entera. Quizás, la mejor manera de presentar esto es: lo que realmente
Pablo está diciendo acerca de sí mismo es que está enamorado de Cristo. Él lo
ama, y siempre con verdadero amor, ese amor que controla y domina una vida. Eso
es lo que vivo, dice él, ésa es la naturaleza y objeto del todo.
Ahora
permítanme analizar eso sólo un poco más para que podamos dirigirnos a casa tal
como Pablo hace referencia al decir que Cristo controla su vida entera. ¿Qué es
la vida? Una buena clasificación acerca de la vida consiste en lo que hacemos.
Pongámoslo de ésta manera. El Apóstol se encuentra en prisión y se dice a sí
mismo, yo podría vivir otros 20 años; pero ¿Qué pasa si lo hago?, ¿Qué
significará?, ¿Qué haré durante ésos 20 años?, para nosotros podrían significar
10, 20, 30 o 40 años, quizás, por delante, y ¿Qué haremos en ellos?, ¿Qué
significaría la vida para nosotros? Eso es lo primero.
Y
esto, de nuevo, es algo que pudiera ser subdividido. La vida consiste en lo que
pienso y en la esfera de mis intereses. La vida no significa únicamente que
coma, beba, duerma y me levante para realizar mi trabajo u oficio. Eso no es lo
que Pablo define como vida. Él ve un propósito en la vida, las cosas que le dan
un significado real. Él se está refiriendo a lo que yo hago la mayoría de las
veces cuando tengo tiempo libre, qué leo y qué pienso. Ése es un buen examen.
Es, por supuesto, una característica del amor el estar pensando en el objeto
del mismo, y, nos guste o no, ésa es una verdad aplicable a cada uno de
nosotros. Ése es el por qué el texto se presenta como un examen, “Donde está tu
tesoro, allí también estará tu corazón” (Mateo 6:21). ¿En qué pensamos?,
¿Cuáles son nuestros intereses reales? ¿Qué es aquello que nos mantiene cada
vez más ansiosos? Bueno, para Pablo fue Cristo: Cristo siempre estuvo en el
centro.
Y
aún hay más. El amor consiste en esto – expresar nuestros sentimientos,
expresar nuestras emociones y dar rienda suelta a los deseos que están dentro
de nosotros. Y recuerda cómo Pablo nos dijo claramente que su único deseo fue
conocer mejor a Cristo y amarlo cada vez más. Eso, nos dice en el capítulo 3,
es lo que él desea,: “Que pueda conocerlo, así como también el poder de su
resurrección, y simpatizar con sus sufrimientos”; eso, por encima de todas las
cosas. Él tenía éste sentimiento, éste impulso, ésta emoción, y todas estaban
centradas en Cristo. “Para mí el vivir” en materia de sentimiento y emoción,
“es Cristo”.
Y
luego significa actividad, acción. Y después, de nuevo, el Apóstol nos dice lo
que significa para él. Él ha pasado su tiempo en la difusión de la gloria de
Cristo, para que Cristo sea predicado, ya sea por él mismo o por alguien más.
Ése es el por qué él está dispuesto a permanecer con los Filipenses – a fin de
que pueda decirles más acerca de Cristo. Si permanezco otros 20 años, dice él,
¿Qué voy a hacer? Bueno, en lo que a mí respecta, yo sólo seguiré predicando a
Cristo. Les contaré a las personas acerca de Él e intentaré ganar creyentes;
haré cualquier cosa para engrandecer y magnificar Su Nombre. En cierto sentido,
vivir es una actividad.
Pero
otro asunto que es verdadero acerca del vivir son las cosas que nos suceden en
la vida. Si vivo otros 20 años haré ciertas cosas, y ciertas cosas me pasarán;
es una parte de la vida. Y aquí, de nuevo, Pablo dice que en éste sentido, la
vida también significa Cristo. ¿No ha estado diciendo todo eso? ¿No era eso lo
que dijo en los versículos del 12 – 30? Ésas personas están intentando añadir a
mis prisiones por predicar a Cristo por envidia, pero está bien, Cristo cubre
eso también. Pablo ve un asunto como ése en términos de, y en la luz de,
Cristo. Lo que él quiere decir es que en Cristo, ha sido librado de la
servidumbre de las cosas que le pasan. Él no es más una víctima de las
circunstancias y de la suerte. Continúa en el último capítulo para decir: “He
aprendido a contentarme cualquiera que sea mi situación”. Cristo me ha librado
de la tiranía de lo que podría sucederme.
Y el otro asunto, por supuesto, acerca del amor y la vida es que todos
deseamos satisfacción. Hay ciertas exigencias que hago de la vida, existen
ciertas cosas que estoy buscando. Estoy buscando paz y gozo, busco felicidad, y
Cristo satisface completamente a Pablo en cada aspecto. Yo tengo intelecto:
Cristo me satisface, dice Pablo; tengo deseos y sentimientos que necesitan
satisfacerse: Cristo es mi todo y en todo. Cada exigencia que hago en mi vida
está más que satisfecha en Cristo. Eso es a lo que él se refiere al decir que
su vivir es Cristo. La acción, o reacción (si así se desea), hacia las cosas
que suceden y todas las exigencias de su naturaleza y su personalidad, están
plenamente llenas y satisfechas. Mi querido amigo, ¿acaso puedes decir lo
mismo? Estoy muy tentado a detenerme en éste punto y continuar preguntando
acerca de ésta cuestión. Ésta, para mí, es la verdadera esencia de la posición
Cristiana. Lo que hace a una persona un Cristiano es Cristo. Cristo es siempre
el centro, Él es todo para mí. “Vivir” para Pablo significa Cristo en todos
sentidos.
Permítame
hacerle otra pregunta. ¿Qué fue lo que hizo que Pablo sintiera esto? Pienso que
él mismo nos da la respuesta en las varias epístolas que escribió. Estoy seguro
de que el primer aspecto fue la Gloria de la Persona. En Hechos 9 leemos la
historia de su viaje a Damasco, respirando aún amenazas y masacres. Pablo se
decía a sí mismo, debo hacer muchas cosas para borrar el nombre de Jesús de
Nazaret. Él no lo conocía, pero luego que lo vio, y, si pudiera emplear una
expresión como la siguiente, Pablo se enamoró de Él, nunca olvidó el rostro o
la visión. Una vez que lo hubo visto, todo lo demás retrocedió. Todo lo demás
palideció de insignificancia al lado del rostro de Cristo, la Gloria de la
Persona, el Único Bendito. ¡Ah, si nosotros alguna vez lo hemos visto, incluso
por el ojo de la fe, por un segundo, debería darse esta pasión consumidora!
Pablo lo hubo visto, y, por lo tanto, lo amó. Tomás, ustedes recuerdan, lo vio,
pero recordemos que nuestro Señor le dijo: “Tomás, porque me has visto creíste,
bienaventurados aquéllos que no vieron, y aun así creen” (Juan 20:29). Pudieras
decirte a ti mismo, “Si tuviera la visión que tuvo Pablo en camino a Damasco,
podría ser capaz de decir que lo amo de la misma manera, pero nunca lo he
visto”. Pero eso es una tontería – “a quien amáis sin haberle visto” dice Pedro
en 1 Pedro 1:8. Lea alguno de los grandes himnos, lea las vidas de los santos,
ellos lo amaban. Ellos lo han visto con los ojos de la fe y tenemos sus
testimonios. La Gloria de la Persona de Jesús es la razón principal de su amor.
La tragedia es que nos detenemos demasiado en los beneficios de la vida
Cristiana. Estamos tan ansiosos por las bendiciones, que nos olvidamos de quien
nos las da. Pablo no lo hizo así; él miró al Bendito que verdaderamente dio su vida
y llevó todos sus pecados – “El Hijo de Dios, quien me amó” – incluso “se dio a
sí mismo por mí” (Gál. 2:20). Es la gloriosa y maravillosa cruz. Él dio su vida
y su sangre por un miserable pecador.
A
continuación Pablo ve y conoce que apartado de Cristo no existe verdadera vida.
En el capítulo 3 él usa una expresión fuerte: “y lo considero como basura”: sin
valor. Sin Cristo nadie vive, es sólo existencia. Vida, como hemos visto, está
destinada a ser esférica, el intelecto satisfecho, los sentimientos
satisfechos, la vida entera envuelta, el hombre entero tomado por completo,
rodeado de vida.
Y,
finalmente, él sintió y anunció la nueva visión de la vida que obtuvo. A Pablo
le fue concedido ver que la vida en éste mundo es realmente una preparación
para la gran vida que está por venir. Eso no significa despreciar éste mundo,
ni escepticismo o misticismo. Si alguien ha vivido una vida activa, ése fue
Pablo: no, él no murió pasivamente al mundo en éste sentido, sino más bien al
pecado del mundo. Pablo observó que el mundo está en un grande estado de
conflicto entre el reino del cielo y el del mal. Sabía que llegaría el día en
el que el Rey regresaría y derrotaría las fuerzas del mal y establecería su
reino. Ahora, dijo Pablo, estoy destinado para eso. Puedo pasar 20 largos años
en éste mundo, pero pensando en que la Gloria me espera, reflexiono más acerca
de la vida venidera, la verdadera vida, ¡cuando el Rey reinará y yo estaré con
Él! Y eso hizo también que él viviera para Cristo.
Así,
pues, finalizo con mi pregunta: ¿Cristo es nuestro vivir? Me pregunto si
podemos hacer ésa declaración que fue hecha por Count Zinzendorf, el líder de
Moravia que ayudó a John Wesley antes y después de su conversión. Él nunca tuvo
la visión de Pablo cuando iba en camino a Damasco, pero para él también, Cristo
era el centro. ¿Podemos hacer nuestro su lema?. “Yo tengo una pasión, es Él y
sólo Él”. “Para mí el vivir es Cristo”. ¡Oh, que podamos tener ésa pasión!”
Creo que podría transformar nuestra tierra en un día, creo que vendría un gran
avivamiento, si sólo tuviéramos ésa pasión. ¡Él y sólo Él! Detengámonos con Él;
meditemos en Él; pidamos al Espíritu Santo que le revele a nosotros. Oremos por
ello; invirtamos nuestro tiempo en ello; absorbámonos en ello; demos que tome
el lugar central; hagamos todo lo posible para conocerlo mejor; para saber lo
que es amarlo.
Yo tengo una pasión – Es Él y sólo Él.
Fuente
electrónica: Del website de “Descubriendo El
Evangelio”: http://descubriendoelevangelio.es/2013/08/el-y-solo-el-martyn-lloyd-jones/